Mallorca surgió casi accidentalmente, de un viaje mientras buscaban la mejor puesta de sol. Las murallas de la ciudad de Palma les contaron su historia. El mar, que acaricia la imponente catedral, les empujó por el casco antiguo. La Lonja, silenciosa y fresca, transmitía las vibraciones y el pulso de la ciudad de hace años.
A partir de ahí, emprendieron la aventura que culminaría en el Faro de Formentor, donde se acaba el mundo y no hay más tierra por descubrir. En el camino, encontraron la isla. Les sorprendieron sus playas, su flora y la Sierra de Tramuntana. Se dejaron enamorar por su tradición, su arquitectura, su saber hacer y su gente.